
n el mundo del espectáculo y las redes sociales, no todo lo que brilla es oro. Esta semana, los reflectores apuntan con fuerza hacia la mediática pareja formada por Marco Antelo y Anabel Angus, quienes han desatado un fuerte debate entre sus seguidores y colegas tras la filtración de un video polémico que, lejos de tratar de ocultar o enfrentar en privado, habría sido utilizado estratégicamente para ganar visibilidad y promocionar un nuevo proyecto televisivo.
Sí, leíste bien. Según diversas voces del medio, Marco y Anabel habrían capitalizado la controversia, que en principio generó indignación y preocupación, para sumar seguidores, aumentar visualizaciones y publicitar su programa, algo que, paradójicamente, va en contra de los valores que ellos mismos han defendido públicamente en más de una ocasión.
“Vale todo” parece ser el nuevo lema, y Marco Antelo lo habría llevado al extremo. En lugar de resguardar la imagen de su esposa tras la supuesta crisis mediática, optó por exponer aún más el tema, acusando a influencers de burlarse de la situación mientras él mismo habría iniciado ese tono burlesco, con comentarios ambiguos que más que aclarar, alimentaron el morbo digital.
Lo que más llama la atención es la actitud de Anabel, una figura respetada por su postura crítica hacia la sobreexposición innecesaria. La Anabel que conocemos, firme, directa y coherente, probablemente no estaría de acuerdo con este tipo de acciones. Muchos de sus seguidores se preguntan: ¿qué pasó con aquella mujer que ponía el grito en el cielo por situaciones similares?
La filtración del video, que en un principio se percibió como un golpe duro a su imagen, se convirtió en una jugada comercial calculada. “El negocio detrás de la polémica” —así lo han catalogado algunos internautas y colegas del medio—, no solo les trajo visualizaciones, sino también críticas encendidas por parte de figuras como Gaby, María René, y otros que aseguran haber sido manipulados o engañados para formar parte de una estrategia publicitaria.
Esta polémica destapa la doble moral que muchas veces rodea al mundo del espectáculo: quienes condenan la exposición excesiva terminan cayendo en el mismo juego cuando les conviene. Y aunque muchos podrían ver esta jugada como “inteligente”, otros no dudan en calificarla de lamentable y oportunista.
El verdadero problema aquí no es solo lo que hicieron, sino la puerta que abrieron. Porque cuando se decide cruzar esa línea entre lo personal y lo comercial, ya no hay vuelta atrás. La credibilidad se pone en juego, y lo que hoy parece un golpe de efecto podría convertirse mañana en un boomerang difícil de manejar.
¿Vale todo por rating? Esa es la pregunta que queda flotando en el aire mientras la pareja continúa su ascenso en medio de la tormenta. Una tormenta que, quizás, ellos mismos provocaron.